METODOLOGÍA DEL PARLAMENTO DE LA JUVENTUD

 


Con la mirada puesta en este espacio para leer los signos de los tiempos, el Documento Preparatorio de la XV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, propone, a la luz de Evangelii Gaudium 51 tres verbos que nos pueden servir guiar en la construcción del Parlamento de la Juventud: Reconocer, Interpretar y Elegir.

• Reconocer 1

«El reconocimiento se refiere, en primer lugar, a los efectos que los acontecimientos de mi vida, las personas que encuentro, las palabras que escucho o que leo producen en mi interioridad: una variedad de deseos, sentimientos, emociones (Amoris laetitia, 143) de muy distinto signo: tristeza, oscuridad, plenitud, miedo, alegría, paz, sensación de vacío, ternura, rabia, esperanza, tibieza, etc. Me siento atraído o empujado hacia una pluralidad de direcciones, sin que ninguna me parezca la que claramente se debe seguir; es el momento de los altos y bajos y en algunos casos de una auténtica lucha interior. Reconocer exige hacer aflorar esta riqueza emotiva y nombrar estas pasiones sin juzgarlas. Exige igualmente percibir el sabor que dejan, es decir, la consonancia o disonancia entre lo que experimento y lo más profundo que hay en mí.


En esta fase, la Palabra de Dios reviste una gran importancia: meditarla, de hecho, pone en movimiento las pasiones como todas las experiencias de contacto con la propia interioridad, pero al mismo tiempo ofrece una posibilidad de hacerlas emerger identificándose con los acontecimientos que ella narra. La fase del reconocimiento sitúa en el centro la capacidad de escuchar y la afectividad de la persona, sin eludir por temor la fatiga del silencio. Se trata de un paso fundamental en el camino de maduración personal, en particular para los jóvenes que experimentan con mayor intensidad la fuerza de los deseos y pueden también permanecer asustados, renunciando incluso a los grandes pasos a los que sin embargo se sienten impulsados.»

Estas indicaciones nos ayudan a poner al joven frente a su propia experiencia, su propia visión de la realidad en la que vive, que le afecta y a la cual está llamado a contribuir en la construcción del bien común. Por eso, pese a que todos los días reciben multitud de opiniones, unas generalizadas y otras contrapuestas, es bueno propiciar este ámbito que les ayude a reconocer dónde viven, con quién viven y cómo lo viven. Esto posibilita la aparición del sujeto cristiano, con una opinión propia, más allá de generalizaciones incoherentes y contradictorias. De este modo, las noticias, los acontecimientos y todo lo que sucede en la sociedad no será ajeno a la fe que viven y podrán dejar que la Palabra de Dios empape todos sus sentimientos.

• Interpretar 2

«No basta reconocer lo que se ha experimentado: hay que interpretarlo, o, en otras palabras, comprender a qué el Espíritu está llamando a través de lo que suscita en cada uno. Muchas veces nos detenemos a contar una experiencia, subrayando que me ha impresionado mucho. Más difícil es entender el origen y el sentido de los deseos y de las emociones experimentadas y evaluar si nos están orientando en una dirección constructiva o si por el contrario nos están llevando a replegarnos sobre nosotros mismos.

Esta fase de interpretación es muy delicada: se requiere paciencia, vigilancia y también un cierto aprendizaje. Hemos de ser capaces de darnos cuenta de los efectos de los condicionamientos sociales y psicológicos. También exige poner en práctica las propias facultades intelectuales, sin caer sin embargo en el peligro de construir teorías abstractas sobre lo que sería bueno o bonito hacer: también en el discernimiento la realidad es superior a la idea (Evangelii gaudium, 231). En la interpretación tampoco se puede dejar de enfrentarse con la realidad y de tomar en consideración las posibilidades que realmente se tienen a disposición.

Para interpretar los deseos y los movimientos interiores es necesario confrontarse honestamente, a la luz de la Palabra de Dios, también con las exigencias morales de la vida cristiana, siempre tratando de ponerlas en la situación concreta que se está viviendo. Este esfuerzo obliga a quien lo realiza a no contentarse con la lógica legalista del mínimo indispensable, y en su lugar buscar el modo de sacar el mayor provecho a los propios dones y las propias posibilidades: por esto resulta una propuesta atractiva y estimulante para los jóvenes.

Este trabajo de interpretación se desarrolla en un diálogo interior con el Señor, con la activación de todas las capacidades de la persona; la ayuda de una persona experta en la escucha del Espíritu es, sin embargo, un valioso apoyo que la Iglesia ofrece, y del que sería poco sensato no hacer uso.»

Este diálogo interior también es especialmente bueno que se haga como diálogo con los demás. Pensar, escuchar y hablar con la inquietud y la apertura necesaria de quien busca la Verdad y quiere trabajar por escuchar la voluntad de Dios para los jóvenes y para la sociedad de este tiempo en el que vivimos.

Existe el riesgo de reducir el diálogo a intercambio de opiniones, cayendo en un cierto relativismo. Sin embargo, siendo un diálogo que busca iluminar lo que más se corresponde con la plenitud del obrar cristiano, se cuidará el clima y el acompañamiento de los trabajos para que lleven a levantar los ojos al cielo para preguntar a Dios ¿qué quieres de mí?, al tiempo que el joven pueda y quiera responder: Habla, Señor, que tu siervo escucha.

• Elegir 3

«Una vez reconocido e interpretado el mundo de los deseos y de las pasiones, el acto de decidir se convierte en ejercicio de auténtica libertad humana y de responsabilidad personal, siempre claramente situadas y por lo tanto limitadas. Entonces, la elección escapa a la fuerza ciega de las pulsiones, a las que un cierto relativismo contemporáneo termina por asignar el rol de criterio último, aprisionando a la persona en la volubilidad. Al mismo tiempo se libera de la sujeción a instancias externas a la persona y, por tanto, heterónomas, exigiendo asimismo una coherencia de vida.

[…] Promover elecciones verdaderamente libres y responsables, despojándose de toda connivencia con legados de otros tiempos, sigue siendo el objetivo de toda pastoral vocacional seria. El discernimiento es en la pastoral vocacional el instrumento fundamental, que permite salvaguardar el espacio inviolable de la conciencia, sin pretender sustituirla (cfr. Amoris laetitia, 37).

La decisión debe ser sometida a la prueba de los hechos en vista de su confirmación. La elección no puede quedar aprisionada en una interioridad que corre el riesgo de mantenerse virtual o poco realista –se trata de un peligro acentuado en la cultura contemporánea–, sino que está llamada a traducirse en acción, a tomar cuerpo, a iniciar un camino, aceptando el riesgo de confrontarse con la realidad que había puesto en movimiento deseos y emociones. Otros movimientos interiores nacerán en esta fase: reconocerlos e interpretarlos permitirá confirmar la bondad de la decisión tomada o aconsejará revisarla. Por esto es importante salir, incluso del miedo de equivocarse que, como hemos visto, puede llegar a ser paralizante.»

El fin de este Parlamento no es tanto la toma de decisiones que obligue a un cumplimiento, ni la generación de acciones o actividades que llenen la vida de los jóvenes, sino más bien se trata de preparar la disposición que ayude a los jóvenes de nuestro tiempo a emitir un juicio y generar una opinión que les permita tomar posición y elegir a la luz de Dios, al tiempo que aportar a la sociedad, como la levadura en la masa, un punto de vista cristiano a los hechos y acontecimientos de nuestro tiempo.

Toda la Iglesia, y la sociedad civil en general, podrán beneficiarse de este hablar propiamente cristiano y del actuar que pueda derivarse de él, según los propios jóvenes decidan irlo trasladando al ámbito público, a los medios de comunicación o a los distintos estamentos de participación ciudadana que existen en la actualidad.

1. Documento Preparatorio de la XV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, II, 2
2. Ib.
3. Ib.

 

               

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